jueves, 14 de marzo de 2013

Dietario prescindible.

Es inevitable empezar esta entrada sin dar algunas explicaciones sobre el aparente abandono del blog en las últimas semanas. Baste decir que la mayor parte de ellas se reducen a una: holgazanería. Ni siquiera he leído muchos libros ni visto muchas películas (ni hablar de discos nuevos) en este tiempo, así que, por otra parte, ¿sobre qué habría podido haber escrito? A fin de cuentas, este dietario (por nombrarlo de alguna manera) no se lo debo a nadie más que a mí mismo, así que si lo abandono ocasionalmente, yo soy el único afectado (si es que me afecta en algo). Vuelvo a escribir, aunque no tenga nada concreto sobre lo que escribir, sobre todo porque extraño escribir. Hace un par de días me puse a escribir un cuento. Todo el proceso fue muy rápido, me tomó un día y medio, y la satisfacción obtenida al finalizarlo me recordó cuán divertido y apasionante puede ser. Es un buen cuento, con una idea de fondo original y bien explotada. Creo que ese impulso narrativo surgió a raíz de la lectura desaforada de la última parte de Llamadas telefónicas. El estilo es muy deudor de Bolaño, desde luego, como todo lo escrito por quienes nos consideramos sus hijos de letras, y quizás por eso parece un buen cuento. Es interesante compararlo con mis primeras aproximaciones al género: la evolución salta a la vista. Fue entretenido compartirlo con amigos entendidos, recibir algo de feedback y todo eso. Todo esto para justificarme y asegurar (asegurarme a mí mismo) que no he abandonado la escritura del todo y quizás no deba abandonarla aún.

Poco ha sido lo que le leído últimamente, nada digno de mención, realmente. Tras la lectura de Las correcciones, empecé con libros más bien pequeños como Curso de filosofía en seis horas y cuarto, de Gombrowicz, divertido, fugaz y sobre todo cristalino para los que disfrutan de refrescarse en las aguas de la filosofía de vez en vez; El gran Gatsby (otro clásico menos de la lista), bastante bueno, la verdad, lamento no haberlo leído antes; El hobbit, en un intento por incursionar en lo fantástico de la mano de uno de los que se supone que son realmente buenos con ese género, y debo admitir que no me decepcionó en absoluto, una narración impecable, digna de un inglés oxoniense, pero creo que tuve suficiente como para postergar la trilogía de los anillos hasta un futuro no muy cercano. Finalmente arremetí con un ensayo, para deleitar mi mente ávida de argumentos controvertidos, cubierto del brillante y agudo humor de un autor muy querido para mí, aunque este sea su primer libro que leo. Se trata de Christopher Hitchens y su Dios no es bueno, un delicioso alegato contra la religión y una reivindicación del ateísmo, el agnosticismo y la libertad de simplemente no creer en nada. 

Antes de decantarme por mis próximas lecturas, atravesé una especie de crisis. Tenía dos opciones, o me lanzaba de cabeza sobre la monumental obra maestra de Pynchon, El arco iris de gravedad, o empezaba con algo más ligero, como Desayuno en Tiffany´s. Incluso leí las primeras páginas de estas obras, así como las del Libro del desasosiego, de Pessoa, pero las fuerzas me flaquearon. Una mañana abrí mi e-reader y de pronto decidí que la era hora de empezar con La vida, instrucciones de uso, y heme aquí enfrentándome a otra obra enciclopédica, al más puro estilo de Rayuela. El libro escoge al lector, me gusta pensar ese tipo de idioteces, me hacen sentir mejor. El libro de Perec va bastante bien, aunque lo estoy leyendo lentamente. Uno tiende a perderse al principio, lo cual es muy atractivo para mí porque la experiencia me ha enseñado que la recompensa siempre llega en libros que empiezan así. A la par, he empezado con otro dietario, esta vez del maldito Bolaño. Son casi dos años en que no he leído nada de Bolaño, después de haberlo devorado casi todo en un período de tiempo más bien corto. Entre paréntesis es muy entretenido pues reúne todo lo que escribió fuera de lo narrativo o poético, "lo más cercano a una autobiografía", se atreven a decir por ahí. Me entretiene bastante, había olvidado su humor, su sarcasmo, su pedantería, su brutalidad. Es como reencontrarse con un viejo amigo que a la vez es tu maestro indiscutible. 

Es muy poco lo que puedo decir en cuanto a películas, aún cuando este blog no les ha dedicado mayor espacio. La verdad es que son más bien las series de televisión las que se han ganado mi interés en este último tiempo, siendo 'Breaking Bad', de Vince Gilligan, algo que me atrevería a calificar como obra maestra. No es broma. Los escritores de esta serie pudieron haberla convertido en una novela de muy buena calidad, pero optaron por un formato más comercial, lo cual no desmerece su ingenio. Quien no la haya visto todavía, se está perdiendo de unos de esos eventos televisivos que van a pasar a la historia. Pero debo advertirles sobre su potencial adictivo y su capacidad para promover la procrastinación. Ya hay debates en la red sobre si las series de televisión de hoy en día (las de calidad por supuesto, no todas) están reemplazando a la literatura en la creación de clásicos. Yo no iría tan lejos, pero algunas de ellas sí merecen ovaciones.

Y esto es lo que me ha ocupado en las semanas pasadas. No es mucho, pero como se ve, no me ha dado nada lo suficientemente extenso o apasionante como para escribir. O quizás sí y lo único que estoy haciendo es justificar mi holgazanería. Ya vendrán tiempos mejores, temas apasionantes, ganas de escribir algo más que excusas.