Ahora que lo pienso,
nunca.
¿Qué muralla levantaste
al final de la playa
para que la marea
jamás llegue
a la vereda?
¿Qué pobre ventaja conseguís
andando por la vida
torciéndoles los brazos a las hadas,
apretando los dientes?
Es cierto,
alguna vez dijiste
que un día
decidiste
que ya nada te haría daño.
Le deseo
a tu engaño
que
se
d
e
s
m
o
r
o
n
e
.
Pronto.
—Pedro Aznar
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