jueves, 22 de noviembre de 2012

"Tu rostro mañana", de Javier Marías (fragmento).




Las separaciones de esta índole no tienen sentido, por normales que se hayan hecho en el mundo desde hace ya mucho tiempo. Uno se pasa años girando en torno a una persona, contando con ella en todo instante, viéndola a diario como si fuera una prolongación natural de sí mismo, llevándola incorporada en sus andares y en sus ocupaciones, en sus divagaciones y hasta en sus sueños. Pensando en contarle la menor nimiedad que haya presenciado o que le haya ocurrido (...) Uno es con esa persona (...) Tiene un conocimiento de sus pensamientos y preocupaciones y actividades permanentemente renovado, detallado y constante; sabe cuáles son sus horarios y sus costumbres, a quiénes ve y con qué frecuencia; y cuando al caer la tarde uno se encuentra con ella los dos nos contamos lo que nos ha pasado y lo que hemos hecho durante la jornada, en la que ninguno abandonó del todo la conciencia del otro en ningún momento, y a veces esos relatos son pormenorizados; después se acuesta uno con ella y es lo último que ve en el día, y —lo que es más extraordinario— se levanta también con ella, que sigue ahí por la mañana, al cabo de las horas privadas, como si fuera uno mismo, que jamás se marcha ni desaparece y a quien nunca perdemos de vista; y así un día tras otro a lo largo de muchos años.
 
Y de pronto —aunque no es "de pronto", pero así parece una vez consumado el proceso y asentado el alejamiento: de hecho es "muy poco a poco" y además vimos su inicio, pero sin querer enterarnos—, uno pasa a no tener noción de lo que esa persona piensa, siente y hace cotidianamente; transcurren días y semanas enteras sin que haya apenas noticia, y ha de recurrir a terceros —quienes solían saber mucho menos: en comparación con uno, nada— para averiguar lo más básico: qué vida lleva, a quién ve, qué la angustia, con quién sale, si tiene un dolor o se ha puesto enferma, si su ánimo es ligero o nublado, si le han dado un disgusto o le han hecho daño, si el trabajo la agota o la agobia o le trae satisfacciones, si teme el envejecimiento, cómo ve el futuro y cómo contempla el pasado, de qué modo me mira a mí ahora; y a quién quiere.

No tiene ningún sentido que se pase del todo a la casi nada, cuando nunca dejamos de recordar y en lo fundamental somos los mismos. Todo es ridículo y subjetivo hasta extremos insoportables, porque todo encierra su contrario: las mismas personas en el mismo sitio se aman y no se aguantan, lo que era afianzada costumbre se vuelve paulatinamente o de pronto —tanto da, eso es lo de menos— inaceptable e improcedente, quien inauguró una casa encuentra prohibida la entrada en ella, el tacto, el roce tan descontado que casi no era conciencia se convierte en osadía u ofensa y es como si hubiera que pedir permiso para tocarse uno mismo, lo que gustaba y hacía gracia se detesta y estomaga y se maldice y revienta, las palabras ayer ansiadas envenenarían el aire y provocarían náuseas, no quieren oírse bajo ningún concepto, y las dichas un millar de veces se intenta que ya no cuenten.
 
Borrar, suprimir, desdecirse, cancelar, y haber callado ya antes, esa es la aspiración del mundo y así nada es o nada es nada, las mismas cosas y los mismos hechos y los mismos seres son ellos y también su reverso, hoy y ayer, mañana, luego, y antiguamente. Y en medio no hay más que tiempo que se afana por deslumbrarnos, lo único que se propone y busca y así no somos de fiar las personas que por él aún transitamos, tontas e insustanciales e inacabadas todas, sin saber de qué seremos capaces ni lo que al final nos aguarda, tonto yo, yo insustancial, yo inacabado, tampoco de mí debe nadie fiarse.
 
 

3 comentarios:

  1. Una maravilla de reflexión. Una más de las tantas a las que nos tiene acostumbrados Javier Marías. Una más que leer, releer y, adentrarse en ella, hasta que pueda parecer que tú mismo la hubieras escrito..... de haber sabido hacerlo. lmrg.-GRANADA.-

    ResponderEliminar
  2. Qué pedante y cursi es este escritor. Una sóla, raquítica idea, a lo largo de 4 melosos párrafos, rebosantes de almíbar. bueno, de tres, porque en el cuarto dudo que alguien pueda encontrar alguna idea o mínimo atisbo de significado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La agonía es, casi por definición, larga. El sufrimiento la alarga todavía más, valiéndose de la trampa subjetiva de extender el tiempo hasta el punto en que parece inmóvil. Es ahí donde uno corre el peligro, inevitable diría yo, de recrearse en la pena y no permitirse dejar pasar detalle.
      Creo que este texto lo refleja acertadamente.

      Eliminar