[...] Golpea suavemente el estuche del instrumento musical que se encuentra a su lado. Parece que esté dándole palmaditas en la cabeza a un perro fiel.—Los de mi grupo ensayamos en el sótano de un edificio de por aquí. Puedes meter tanto ruido como quieras, nadie se queja. La calefacción no funciona bien y, en esta época del año, te congelas, pero nos lo dejan usar gratis, así que no podemos andarnos con exigencias.Mari dirige una mirada al estuche.—¿Es un trombón?—Sí. ¿Cómo lo sabes? —dice él, ligeramente sorprendido.—Sé qué forma tiene un trombón. Hasta ahí alcanzo.—Sí, ya. Pero este mundo está lleno de chicas que ni siquiera saben que el trombón existe. En fin, supongo que es inevitable. Ni Mick Jagger ni Eric Clapton se convirtieron en estrellas del rock tocando el trombón precisamente. ¿Y has visto alguna vez a Jimi Hendrix o a Pete Townshend destrozando un trombón en el escenario? Ni pensarlo. Todos destrozan guitarras eléctricas. Si machacaran un trombón, lo único que harían es el ridículo.—Entonces ¿por qué lo has elegido tú?El hombre se hecha crema de leche en el café que le acaban de servir y da un sorbo.—Cuando estaba en secundaria, un día, por casualidad, encontré un disco de jazz que se llamaba Bluesette en una tienda de discos de segunda mano. Un LP muy, muy viejo. No tengo ni idea de por qué lo compré. Ya ni me acuerdo. Porque yo, hasta entonces, no había escuchado nunca jazz. En fin, sea como sea, la primera melodía de la cara A se llamaba Five Spot After Dark y era alucinante. El trombón lo tocaba Curtis Fuller. La primera vez que lo oí tuve una especie de revelación. ¡Sí! ¡Ése es mi instrumento! El trombón y yo. El destino nos había unido.El hombre tarareó los ocho primeros compases de Five Spot After Dark.—La conozco —dice Mari.Él pone cara de pasmo.—¿La conoces?Mari tararea los ocho compases siguientes.—¿Y cómo es que la conoces? —pregunta él.—¿Hay algo malo en ello?Él deja la taza de café sobre la mesa y sacude ligeramente la cabeza.—No, no hay nada malo. Sólo es que... Es que no me lo puedo creer. Que, hoy en día, una chica conozca Five Spot After Dark... En fin, el caso es que Curtis Fuller me alucinó y, a raíz de eso, empecé a tocar el trombón. Les pedí a mis padres que me prestaran algo de dinero, me compré un trombón de segunda mano, entré en el club de música de la escuela y, desde el bachillerato, voy tocando en uno u otro grupo. Al principio hacía de acompañamiento en conjuntos de rock. Una especie del Tower of Power de antes. ¿Conoces Tower of Power?Mari niega con la cabeza.—No importa. Total, que antes hacía eso, pero ahora toco jazz, puro y desnudo. Mi universidad no es nada del otro mundo, pero tiene un grupo de música que no está mal.La camarera se acerca a llenarle de nuevo el vaso de agua. Él hace un gesto negativo. Echa una ojeada al reloj de pulsera.—Ya es hora. Tendría que irme.Mari calla. La expresión de su cara indica: "Nadie te retiene".—Claro que todos llegan siempre tarde —dice él.Mari no hace ningún comentario al respecto.
domingo, 29 de julio de 2012
"After Dark", de Haruki Murakami (fragmento).
sábado, 28 de julio de 2012
"Bariloche", de Andrés Neuman (fragmentos).
[...] no entendía por qué la noche se cargaba de sonidos, un camión gigantesco que no se veía, grillos, un tango, un crujir cercano como de huesos o de pequeñas piezas que se agitan en una caja. Miró con atención al frente y vio la mole en sus detalles, su lomo irregular, su superficie abultada como un bosque de heridos que se revuelven o que ya no se mueven y entonces es más bien la fosa común de todas las ciudades por la noche, ¿qué hora era?, le llamó la atención que, a la luz desmayada de los focos del hangar y de la luna oculta tras las nubes de vinilo, todos los destellos de los cristales enterrados fueran verdes.
¿Qué había realmente dentro de los millones de bolsas? ¿Cuáles serían suyas? ¿Podría rescatarlas?

[...] no había hora, todo se moría al mismo tiempo (un ligero mareo, las sienes encogidas), temblaban las lagartijas y aún se escuchaba el ronquido atroz de la bestia, era cuestión de tiempo, palpitaba, tenía sus métodos, la bestia.
sábado, 7 de julio de 2012
Nuevos ejercicios de estilo.
A veces leemos libros que, ni bien terminados, nos compelen a escribir. Suele tratarse de un tipo de inspiración que viene de la mano de la lectura; algún tema tratado por el autor toca un nervio creativo y genera una idea que debe ser inmediatamente transportada al papel (la computadora, vaya, seamos modernos). Desde luego, también suele pasar con otras formas de arte, pero aquel impulso creador que va desde la literatura hacia la literatura, al estar bajo la misma línea de expresión, es percibido como más directo; más puro, si se quiere.
Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau es un ejemplo de esos libros, pero un ejemplo extremo. En este pequeño librejo (apenas excede las 160 páginas en la versión castellana, aun con la introducción de Antonio Fenrández Ferrer, que ocupa el 40% del libro), el co-fundador de la Oulipo (siglas de "Ouvroir de littérature potentielle" o "Taller de literatura potencial") lleva la experimentación de las formas hasta el límite. Empezando con un simple y hasta trivial texto base, Queneau nos muestra el ilimitado potencial de la literatura cuando esta es liberada de sus "coerciones", contándonos la misma historia no diez ni veinte, sino noventa y nueve veces (¡sí, 99!), variando el estilo en cada una de ellas. Las diversas fórmulas que emplea van desde las más antiguas figuras de la retórica y la estilística (lítote, metáfora, poliptoton, sínquisis), pasando por múltiples registros comunicativos, hasta parodias del lenguaje contemporáneo.
Este es el texto en la forma "Relato", considerada la forma cero:
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos hora más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.
Leído una sola vez en esta forma básica, el texto evoca una imagen clara, pero efímera. Esta última cualidad cambia irremediablemente una vez que se lo ha leído 98 veces más (de corrido) en las variantes estilísticas más ingeniosas, ocurridas e incluso disparatadas. Concluida esta tarea, una vez que se ha leído la última línea de la última versión, en contra de todo pronóstico, el lector se queda con ganas de más. Las noventa y nueve, que en un principio parecieron excesivas e imposibles, ahora aparecen como solo una fracción de la infinidad de posibilidades. Y el lector-cómplice (dirigirse a Cortázar para la respectiva aclaración de categorías) no puede hacer más que sentirse apelado y contribuir a la continuación de este juego.
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Caligrama de Jacques Crelman para al edición ilustrada de Excercices de style. |
Me propongo entonces aceptar el desafío planteado por Queneau y explorar otras posibilidades, algunas de las cuales él mismo propone en un anexo del libro. A continuación, mis propios, nuevos ejercicios de estilo:
Prohibición
A todos los habitantes y visitantes de París: Debido al aumento de las quejas ciudadanas respecto a la incomodidad y a los peligros derivados del exceso de pasajeros en los autobuses de la línea S, queda terminantemente prohibido ocupar la plataforma trasera de los mismos en horas pico (una hora antes y una hora después del medio día). Si usted fuera testigo de uno de esos percances (digamos, si un tipo de cuello alargado y sombrero ridículo arremetiera contra otro viajero acusándolo de pisotearle cada vez que la gente sube y baja del vehículo), le sugerimos no entrometerse y dejar que los implicados resuelvan su querella por sí solos.
Se comunica también que a partir de las dos de la tarde (14h00) los autobuses de la misma línea (S) no podrán pasar por la calle de la estación Saint-Lazare, debido a que desde esta semana la plaza Roma sirve como recinto de la Bienal de Sastrería y Modas de París. Si por casualidad usted observara desde el autobús a un sastre darle consejos sobre el escote de su abrigo al mismo tipo de cuello largo y sombrero ridículo, sepa que ha incumplido con esta prohibición y que la sanción será severa.
Atentamente, la Gobernación.
Oxímoron
Sucedió tarde por la mañana, hacia el mediodía. Un autobús de la línea S iba y venía, tan lleno de vacíos, de gente vacía, como siempre, ¡como nunca! De pronto, un tipejo con el cuello abismalmente largo y un sombrero de fieltro de un exquisito mal gusto, empieza a discutir tranquilamente con un vecino en el extremo opuesto del autobús. Le gritaba discretamente y le injuriaba de la manera más calmada que uno se pueda imaginar. El motivo era la supuestamente evidente tendencia del viajero a pisotearle con el frecuentemente espaciado subeibaja de la gente al medio de transporte. Inesperadamente, en un instante que pareció eterno, el tipo del sombrero corre lentamente a sentarse en un sitio vacío.
Dos infinitamente cortas horas más tarde, vuelvo a ver al tipejo frente a la horrorosamente bella estación de Saint-Lazare. Estaba siendo interpelado tímidamente por un amigo sobre la urgencia postergable de disminuir ampliamente el escote de su abrigo.
Carta ofensiva
Señor L (o como se llame);
Probablemente usted no recuerde quién soy, pero permítame asegurarle que, para mi desgracia, yo lo recuerdo y lo recordaré perfectamente por el resto de mis días. El día de ayer, cerca del mediodía, usted y yo nos encontrábamos en la plataforma trasera de un autobús de la línea S. Como usted recordará (si es que su memoria es tan buena como su odiosa tendencia a fastidiar a la gente), el autobús estaba asquerosamente lleno. La gente seguía subiendo y nadie bajaba, y ese conductor incompetente permitía todo esto sin preocuparse por nuestra comodidad y seguridad. El calor era horrible; esto, sumado al continuo movimiento del bus a causa del ignorante y desadaptado conductor, hacían de mi viaje la experiencia más desagradable del día. ¿Usted qué tiene que ver? Mire, atrevido, ¡yo lo ví! ¡No crea que no me di cuenta! Como si no fuera suficientemente molesta toda la escena que le he descrito, usted empieza a pisotearme y empujarme a propósito, aprovechándose del traqueteo del vehículo y de la multitud. ¡Casi pierdo mi fino sombrero de fieltro con cordón trenzado! Pero seguramente un vulgar como usted ignora el valor de un sombrero como ese. Si hubiera sido yo una persona menos decente (alguien más parecido a usted, tal vez) tenga por seguro que le habría propinado un buen par de golpes en ese mismo momento. Pero no podía rebajarme a su nivel. Fue así que, a la primera oportunidad, me apresuré a sentarme en un asiento vacío, poniendo mi distancia entre su mala educación y mi persona. El objetivo de esta carta no es otro que el de comunicarle mi indignación por su deplorable comportamiento el día de ayer. Sepa que individuos como usted tarde o temprano pagan por su insolencia y falta de modales.
P.D.: Sé que no es de su incumbencia, pero quisiera también que sepa que dos horas más tarde del desagradable accidente con usted, encontrándome frente a la estación de Saint-Lazare, un energúmeno desconocido, probablemente un borracho vagabundo, se me acerca y me dice que le parece que a mi abrigo le falta un botón o que mi cuello es demasiado largo, porque el escote es muy pronunciado. ¡Puede creérlo! ¡Justo cuando creía que mi día no podía empeorar!
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Siete pecados capitales
Fue sobre todo la pereza, estoy seguro, la que me obligó a tomar el autobús de la línea S a esa hora. En seguida me arrepentí, la avaricia del conductor hacía que este permitiera subir a demasiada gente, sin considerar la creciente incomodidad a la que sometía a los pasajeros. Hombres y mujeres por igual, todos apretujados en la estrecha plataforma trasera de ese vehículo. El malestar era tal que cualquier pensamiento lujurioso estaba descartado. De pronto, un jovenzuelo soberbio se desata en un ataque de ira contra uno de sus vecinos, acusándolo frenéticamente de haberle pisado adrede. Sin embargo, un instante más tarde, se retira y va a sentarse a un sitio desocupado.
Son curiosas las coincidencias de la vida. Esa misma tarde, aproximadamente dos horas después de haber presenciado este incidente, volvía a ver al mismo joven soberbio e irascible en medio de una airada discusión con un sujeto, frente a la estación de Saint-Lazare. No estoy seguro de cuál era el motivo esta vez, pero me pareció que el sujeto en cuestión, evidentemente lleno de envidia, le sugería al joven soberbio que añadiera un botón en la parte superior de su abrigo, porque su tendencia a la gula y su largo cuello hacían que el escote se pronunciara en exceso.
V + 7*
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), obturé a un personaje con el cuello bastante largo que lobreguecía un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo intervino, de golpe y porrazo, a su vecino, prevaricando que le pizcaba adrede cada vez que subseguían o balbuceaban viajeros. Pero abarquilló rápidamente la discusión para lastarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, vulneraba a verificarlo delante de la estación de Saint-Lazare, cooptando con un amigo que le acoraba dispensar el escote del abrigo harbullándose subseguir el botón superior por algún sastre competente.**
Podría seguir y seguir, pero creo que la lección es clara: las posibilidades del lenguaje y de la creatividad son ilimitadas. Quien se sienta con ganas de ensayar un estilo particular, de probar su inventiva o simplemente de escribir, tiene todas estas propuestas aún no explotadas de Queneau a su disposición:
Dedicatoria, ideas macabras, ficha de lectura, carta de rechazo del editor, costura (nombres de vestidos), charada, adivinanzas, declaración de amor, sordomudo, ciego, borracho, paranoico, confusión mental, delirium tremens, reglas de un juego, ley, enigma, crítico literario, esquela, elegante, caos, símbolos, fábula, elocuencia política, requisitoria, atributos, anáforas, epíforas, moraleja, fenomenológico, detective, crucigrama, aliteraciones, lugares comunes, proverbios, biológico, económico, sociológico, químico, geológico, infantil, abstracto... Y un largo etcétera.
________________________________________________________________________________
* El ejercicio "V + 7" se realiza con la ayuda de un diccionario. Se reemplaza en el texto cada verbo (V) por el séptimo (+7) que se encuentra en el diccionario elegido, contando a partir del verbo original. Los dos términos de la fórmula pueden variar, de manera que V puede ser sustituido por S (sustantivo), A (adjetivo), Ad (adverbio), etc., y en lugar de 7 podemos optar por otra cifra cualquiera. V + 7 solo es una posibilidad entre muchas de la formula general P + n o P - n.
** Para este ejercicio en particular utilicé el Diccionario Enciclopédico Océano Uno Color, edición 2003.
** Para este ejercicio en particular utilicé el Diccionario Enciclopédico Océano Uno Color, edición 2003.
sábado, 30 de junio de 2012
El fin (?) de lo infinito.
Cuando empecé a leer La broma infinita (hace casi cuatro meses), no sabía en lo que me metía. Lo único que sabía era que empezaba a leer algo descomunal, la novela más larga a la que me había y me habré enfrentado. Empecé con miedo; todas las referencias me hacían pensar que se trataba de un libro no solo excesivo en cuanto a su extensión, sino también en cuanto al contenido y al estilo. El nombre "David Foster Wallace" evocaba en mí la idea de ingenio-complejo-que-requiere-toda-tu-atención-y-tu-tiempo, al más puro estilo de uno de sus maestros: Thomas Pynchon. Leí más de 20 veces la línea inicial —Estoy sentado en una sala, rodeado de cabezas y de cuerpos— antes de decidirme al fin y lanzarme de cabeza dentro de lo que sabía sería la aventura literaria más peligrosa y arriesgada en la que me metía hasta el momento.
Ahora, cuatro meses y 1404 páginas después (lo leí en versión electrónica en mi nook, por eso tiene más páginas que la versión impresa), solo puedo declarar algo: no me arrepiento. Cada segundo invertido en esta obra maestra valió la pena. Descubrí en seguida que no había nada que temer en este libro; todo lo contrario. El verdadero valor de La broma infinita radica en la experiencia misma de su lectura, mientras ocurre, mientras viajamos de la mano de Wallace a través del imposible y a la vez hiperrealista mundo que construye. No voy a desvariar en alabanzas sobre su ingenio y narrativa: ya hay suficientes ensayos, artículos, entrevistas y opiniones sueltas que certifican que el 12 de septiembre de 2008 perdimos al más grande escritor norteamericano contemporáneo, y que LBI fue su opus magnum.
Ahora, cuatro meses y 1404 páginas después (lo leí en versión electrónica en mi nook, por eso tiene más páginas que la versión impresa), solo puedo declarar algo: no me arrepiento. Cada segundo invertido en esta obra maestra valió la pena. Descubrí en seguida que no había nada que temer en este libro; todo lo contrario. El verdadero valor de La broma infinita radica en la experiencia misma de su lectura, mientras ocurre, mientras viajamos de la mano de Wallace a través del imposible y a la vez hiperrealista mundo que construye. No voy a desvariar en alabanzas sobre su ingenio y narrativa: ya hay suficientes ensayos, artículos, entrevistas y opiniones sueltas que certifican que el 12 de septiembre de 2008 perdimos al más grande escritor norteamericano contemporáneo, y que LBI fue su opus magnum.
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Una portada tentativa diseñada por fanáticos de la novela que muestra algunos de los principales fetiches y temas recurrentes a lo largo de la misma. |
Esta serie de posts relativos a LBI han tratado no solo de reunir mis impresiones a medida que avanzaba con la lectura de la novela, sino también de aportar con material visual de diversas fuentes que ayudara a comprender y a disfrutar mejor la misma. Siendo este el último post de la serie (por el momento), creo que es hora de compartir estas tres formas tentativas de visualizar la totalidad de la novela. Están ordenadas por niveles de complejidad:
1) El más sencillo pertenece a Jake Bittle y muestra la forma circular que tiene la trama, los principales acontecimientos y sus ubicaciones en el tiempo, así como una hipótesis explicativa de la trama.
2) Seguimos con este diagrama del diseñador alemán Jonny, que muestra las relaciones entre los principales personajes y las instituciones o grupos con los que están asociados.
3) El último y más complejo es obra de Sam Potts. Incluye a todos los personajes y sus asociaciones solo se representan por puntos y líneas. (Si ya empiezan a tener un dolor de cabeza tratando de recorrer este diagrama, esperen a empezar con la novela).
Hay poco que se pueda decir sobre la trama sin dejar de lado aspectos fundamentales. No hay duda de que se trata de una novela compleja y de que, como lo dijo el mismo Wallace, todo en ella está ahí por una razón. He encontrado algunas teorías explicativas que cierran el círculo y atan la mayor cantidad de cabos sueltos posibles, siendo esta la más interesante. A lo mejor algún rato la traduzco y la contrasto con mis propias opiniones y teorías. Sin embargo, este final sin final se veía venir; Wallace mantiene a través de toda la novela la sensación de que estamos en la mitad de la misma. Enemigo de una estructura predecible, tenía que evitar a toda costa un cierre tradicional. En los últimos capítulos, las diferentes líneas (narrativas) empiezan a dirigir sus vectores hacia un mismo punto, sin llegar a converger en él, dejando así la novela sin un final definitivo, volviéndola in-finita.
La experiencia me dice que, con el tiempo, inevitablemente iré olvidando las increíbles escenas (tanto en los momentos más serios como en los más hilarantes), los tremendamente profundos y humanos personajes, y la totalidad de ese universo alternativo (y no tan alternativo, porque Wallace resultó ser un profeta respecto a ciertas realidades). Uno lee la línea final y se siente invadido por múltiples sentimientos, de los cuales el principal es la nostalgia, junto con una sensación de incredulidad; la certeza de que esta(s) historia(s) no ha(n) acabado, no tiene(n) fin. Me despido de LBI como si se tratara de un viejo amigo, mi mejor amigo, mi cómplice; después de todo, cuatro meses no son moco de pavo. Volveré a ella en algún momento, lo sé, y cuando suceda ya no me aproximaré con miedo como la primera vez, sino con la confianza, la seguridad y el respeto de los más entrañables compañeros de viaje. Más que nunca, creo que es oportuna esta cita de Chesterton, referente a las obras de ficción: "Literature is a luxury; fiction is a necessity". O directamente esta, más cruda, del propio Wallace: "Fiction is about what it is to be a fucking human beign".
martes, 29 de mayo de 2012
"Stalker" en tres movimientos.
"Lo sé, se volverán locos. En cualquier caso, debo decírselos... Ahora estamos en la entrada. Este es el momento más importante de sus vidas, deben saber eso. Sus deseos más profundos, aquí se harán realidad. Sus deseos más sinceros, nacidos del sufrimiento."
Dos personas me recomendaron ver Stalker: Slavoj Žižek y Rodrigo Fresán. Vi el documental de Žižek La guía cinematográfica para perversos y leí el post de Fresán Zona revisitada. Ambos me convencieron de que me estaba perdiendo de una de esas películas que sintetizan la razón de ser del cine (y del arte en general), una de esas que reúnen las tres características de toda obra de arte que vale la pena (al menos para mí): estructuralmente radical, emocionalmente irritante e intelectualmente demandante. Conseguí la película en DVD (¿qué más nos queda hoy en día? No iba a esperar a que al único cine independiente del país se le ocurra hacer un festival de cine soviético) y la vi en tres partes porque escogí una semana difícil para hacerlo y el sueño me ganó en los dos primeros intentos.
Sinopsis en menos de 100 palabras: en un área restringida y devastada de Rusia llamada "la Zona" existe una habitación a la que se le atribuye el poder de cumplir los deseos más profundos de quien ingresa en ella. Un escritor y un científico contratan a un stalker (un tipo con la habilidad y el conocimiento necesarios para sortear todas las trampas y peligros de la Zona) para que los lleve allí. La expedición resulta en un análisis filosófico de los deseos humanos y la felicidad.
Voy a ser pedagógico y voy a exponer mi visión de Stalker a través de cada una de las características que le he atribuido:



2. Una película honesta es aquella que no nos muestra lo que queremos, sino lo que necesitamos ver, y todos conocemos la vieja dicotomía entre ambos verbos (para más información, escuchar You can't always get what you want, de los Rolling Stones). Una película de dos horas y media con el ritmo de Stalker no es particularmente divertida; de hecho, es insoportable a ratos, no lo voy a negar. La mujer del stalker llorando al principio nos da una primera impresión de la incomodidad que nos espera a lo largo de la cinta.

3. El escritor (el personaje más socrático de la película y mi favorito) se plantea el siguiente problema: "¿Qué sucede si llego a la habitación y me es otorgada la inspiración infinita y la genialidad absoluta? Saldré al mundo y seré capaz de escribir los mejores libros. ¿O no? Uno escribe porque está atormentado, porque duda. Necesita constantemente probarse a sí mismo y a los otros que vale para algo. Y si estoy seguro de que soy un genio, ¿para qué escribir entonces?". Confrontados con la felicidad, con aquello que siempre hemos deseado, nos quedaríamos catatónicos. Esa es la lección de Stalker. Aun si fuéramos capaces de traducir a palabras nuestros verdaderos deseos, llevados a la realidad seríamos incapaces de manejarlos; la vida perdería sentido. Sí, querer es mejor que tener.

El hombre cuando nace
es blando y débil,
y cuando muere
es duro y fuerte.
Las plantas cuando nacen
son blandas y delicadas,
y cuando mueren
son secas y rígidas.
Por eso aquellos que son duros y fuertes
son compañeros de la muerte.
Los suaves y débiles son compañeros de la vida.
Por eso,
siendo las armas fuertes, no vencen.
Y siéndolo los árboles, son aserrados.
Lo fuerte y lo grande están abajo.
Lo ligero y lo débil, arriba.
lunes, 16 de abril de 2012
Media broma: impresiones tras la lectura de la (casi) mitad de "La broma infinita".
La broma infinita, aunque obviamente es finita, le hace honor a su título en la medida en que uno cree avanzar y tras leer dos horas seguidas se da cuenta de que en realidad no ha avanzado prácticamente nada. No puedo creer que en un mes y medio no haya llegado ni a la mitad. Es verdad que mi ritmo de lectura no ha sido el usual, pero de todas formas, pensar que me falta un 56% es muy desalentador. Son 1404 páginas en la versión de mi lector digital, y cada página es doble (se repite su numeración dos veces) debido al tamaño de la pantalla del lector (un nook de primera generación). La sección de "Notas y erratas" empieza en la página 1241, así que en mi cálculo personalizado, cuando llegue a la 1240 habré terminado el libro, dado que las notas al final se leen a medida que van apareciendo. La gente que formó parte del proyecto Infinite Summer, se propuso leer el libro en 3 meses, a un ritmo de 75 páginas semanales. Cuando empecé, me dije que eso era demasiado lento para mí. Ingenuo, yo: no sabía a lo que me enfrentaba.
Como toda novela que intenta ser total (o cuya extensión en grosor excede los 6 cm.), tiene sus altos y bajos. Durante los altos, mi ritmo se acelera y puedo leer entre 40 y 50 páginas por día. Un buen ejemplo de esto son las tomas fragmentadas de la larga conversación nocturna que se desarrolla sobre una montaña con vista a la ciudad de Tucson entre Marathe y Steeply, las muy detalladas reuniones de los AA de Boston (la comprensión de la naturaleza de la adicción por parte de Wallace es magnífica), o las conversaciones telefónicas entre Hal y Orin Incandenza. Durante los bajos, por otro lado, me cuesta mucho leer apenas 10 páginas, y a veces desearía saltarme esa sección que me frena. En otras ocasiones, uno se encuentra leyendo con un buen ritmo y de buena gana y de pronto aparece una nota al final con una extensión excesiva (a veces 10 o 15 páginas, y hay que recordar que la letra de las notas es diminuta), que versa sobre temas totalmente ajenos a lo que se estaba leyendo y en lugar de aclarar algo, nos desvía y desorienta completamente. También entonces quisiera olvidarme de esas notas y seguir leyendo. Por supuesto, no lo hago, porque en mi iniciación a la lectura de este monstruo se me advirtió que, pase lo que pase, debía confiar en Wallace hasta el final. Y no puedo decir que me haya defraudado hasta ahora, pese a todo.
Uno extraña (¿añora?) otras lecturas, otras emociones. Habría leído 4 o 5 libros en el tiempo que me ha tomado leer menos de la mitad de este. Varias veces me he sentido tentado por dejarlo un rato y descansar un poco de él con la lectura de un libro fugaz (a la manera en que uno le pide a una novia que "nos-demos-un-tiempo", y sale a buscar otras sensaciones en breves aventuras de una noche). Aún no lo he hecho, pero no descarto la posibilidad. Imagino que este era el objetivo de Wallace al escribirlo: crear un objeto descomunal de entretenimiento que te tuviera pegado a él por mucho tiempo, absorbiéndote, burlándose de ti mientras lees en él cómo otros, iguales a ti, se pierden en entretenimientos similares.
Si escribo ahora, es quizás porque atravieso una crisis al empezar a sospechar que estoy perdiendo mi tiempo. No veo hacia dónde pueda ir la trama de esta novela (si es que hay una) y me veo a mí mismo como sentado en una sala de cine, solo, viendo pasar imágenes tras imágenes, personajes tras personajes, y no hay proyeccionista; la cinta parece no acabarse nunca. El proyeccionista podría no ser necesario y entonces el espectáculo soy yo mismo, mientras veo esa cinta sin principio ni fin. Uno empieza a incomodarse. Uno quiere salir corriendo de la sala y exigir que le devuelvan su dinero. Esta metáfora es robada de la misma novela, cuando se explica una de las películas del Dr. James Incandenza, "La broma". Esa es la dinámica en la que me veo inmerso y, sin embargo, pese a la incomodidad y a la sensación de estafa, pese a sentirme objeto de una burla, de una pesadísima broma, quiero seguir ahí. Supongo que me ha atrapado, que he caído, y a estas alturas no queda más que dejarse llevar...
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Diseño de Cody Hoyt inspirado en "La broma infinita". Es muy entretenido buscar todas las alusiones a la novela en él. |
miércoles, 4 de abril de 2012
Escatón para dummies: una aproximación al demencial juego ideado por DFW.
El Escatón (Eschaton, en inglés) es un juego a mitad de camino entre un wargame y el tenis. Uno de los capítulos de La broma infinita está dedicado a narrar una partida de Escatón llevada a cabo en la Academia Enfield de Tenis, el 8 de noviembre del Año de la Ropa Interior para Adultos Depend (día de la Interdependencia de la ONAN). Es fácil perderse mientras se lee la intrincada explicación de sus reglas, sus detalles y el desarrollo de esta partida en particular. El capítulo es bastante extenso y su complejidad elevada, pues se asume que ya conocemos la dinámica básica del juego, las siglas usadas y demás pormenores. Me imagino que si un lector no dejó la novela después de las 200 primeras páginas, este sería el siguiente punto en el que, una vez más, consideraría hacerlo. Dado que se trata de un capítulo narrado tan genialmente (sí, complejo pero genial, así es David Foster Wallace), quisiera aportar en algo a la comprensión del mismo para que futuros lectores no abandonen la descomunal novela al enfrentarse a él.
Grosso modo: Tenemos cuatro pistas de tenis en las cuales se despliega un mapa del mundo. Tenemos seis grandes equipos (Combatientes), cada uno de los cuales representa una potencia, por lo general un conjunto de naciones aliadas teóricamente a manera de Anschluss, teniendo así: OTAN-AM (AMNAT, en inglés), URS-VARS (SOVWAR, en inglés), CHINROJ (REDCHI, en inglés), IRLIBSIR (IRLIBSYR, en inglés), SUDÁF (SOUTHAF), e IND-PAK (igual en inglés). Las siglas de cada una se explican a sí mismas. Se le otorga a cada equipo un número determinado de pelotas de tenis viejas, las cuales representan cabezas termonucleares de 5 megatones cada una. A través del mapa se colocan implementos tenísticos como camisetas, toallas, shorts, brazaletes, calcetines, zapatillas y otros; cada uno de estos representa distintos blancos estratégicos en cada país (grupo geopolítico). Uno de los chicos no pertenecerá a ningún equipo y gracias a sus habilidades para el cálculo y la computación (es requisito que sea un freak) será nombrado Maestro del Juego ("quien lleva el gorro"); este año se trata de Otis P. Lord, quien controlará las estadísticas del juego mediante un programa diseñado exclusivamente para el Escatón, instalado en un computador portátil que lleva en un carrito de comida de hospital a través de las pistas. Dado el poder de decisión que tiene en el juego es considerado una especie de Dios en este conflicto global teórico. El Maestro del Juego debe idear una Situación Desencadenante plausible y entonces la partida comienza. Las tensiones internacionales son intermitentes y eventualmente los Combatientes empiezan a disparar sus pelotas-misiles con sus raquetas, usando un golpe tenístico conocido como lob. El equipo ganador será el que logre infligir más daño a sus oponentes en cuanto a víctimas mortales, destrucción e incapacitación de respuesta; daño calculado en puntos por el programa que maneja el Maestro.
¿Se entendió? Wallace lo explica mucho mejor que yo, léanlo a él. El Escatón no tiene por qué interesar a alguien que no haya leído o que no se encuentre leyendo la novela. Sin embargo, podría motivar a algunos a leerla, dándoles una idea del tipo de ocurrencias que en ella podrán encontrar. Es mi deber advertirles, de todas formas, que la importancia de la partida de Escatón se limita al ingenio con el que es narrada, pero no tiene ninguna incidencia en la trama fundamental.
¿Se entendió? Wallace lo explica mucho mejor que yo, léanlo a él. El Escatón no tiene por qué interesar a alguien que no haya leído o que no se encuentre leyendo la novela. Sin embargo, podría motivar a algunos a leerla, dándoles una idea del tipo de ocurrencias que en ella podrán encontrar. Es mi deber advertirles, de todas formas, que la importancia de la partida de Escatón se limita al ingenio con el que es narrada, pero no tiene ninguna incidencia en la trama fundamental.
He encontrado, en mis constantes indagaciones respecto a ciertos detalles de la novela, dos elementos que facilitarán la comprensión del Escatón a quienes se sientan igual de desorientados que yo cuando se enfrenten a este capítulo. Una vez revisados, el capítulo se hará no sólo más llevadero sino realmente divertido. Lo prometo.
El primero es esta ilustración de Chris Ayers, que resume de manera gráfica todo el capítulo. Está en inglés pero es bastante comprensible si se lee a la par con la novela (y si se le da clic para agrandarla).
El segundo es el vídeo del tema Calamity Song de The Decemberists. Es una representación casi perfecta de lo que Wallace quiso transmitir cuando narró la partida de Escatón. Tiene sus errores: tres pistas de tenis en lugar de cuatro, no está nevando, y Ann Kittenplan es lindísima en lugar de ser una corpulenta muchacha con bigote y con la cabeza rapada, pero por lo demás es perfecto. Lo más emocionante es quizás ver a Colin Meloy, el cantante, como Michael Pemulis, con su gorra de capitán de yate y comiendo maní. El clímax, con Ingersoll lanzando la pelota (cabeza nuclear de 5 megatones) contra Kittenplan y desatando así el caos global, es buenísimo. Y sí, la canción es muy buena también.
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