"That's all we have, finally, the words, and they had better be the right ones."
-Raymond Carver
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Me encontré esta inspiradora foto de Carver trabajando y me dieron ganas de seguir leyendo su libro de cuentos que me ha llevado ya tanto tiempo. Por una parte, admito que lo he descuidado, pero por otra, sostengo mi opinión de que en lo que se refiere a sus cuentos, es difícil leerlos uno inmediatamente después del otro, lo que hace imposible la lectura de un tirón. Como ya lo ha dicho alguien (probablemente Jorge Herralde, si es de verdad él mismo quien escribe las sinopsis en las contraportadas de los libros de su editorial), los cuentos de Carver son como un haiku. La analogía es fantástica y cualquiera que los lea estará de acuerdo. Hay en sus cuentos, más allá de la brevedad, la austeridad y la sencillez (no la simpleza), una profunda sensación de eternidad y de verdad; la certeza de que hemos presenciado una escena cotidiana que revelaba algo terrible y a la vez sublime sobre la condición humana y sobre la vida. En ese sentido, Herralde (o quien sea) tiene absoluta razón: son haikus escritos por el genial cuentista norteamericano que a pesar de no saberlo, y a lo mejor precisamente por ello, hacía de Haijin (escritor de haikus).
"Estoy mirando la sopa, y estoy en la sopa."
-Raymond Carver
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Imagino a Carver borracho, conduciendo un auto viejo por las carreteras estadounidenses. De pronto ve un perro atropellado, al lado del camino, y un niño que se ha detenido junto al mismo en su bicicleta. Ray se pregunta de dónde salió ese niño, qué hace en medio de la carretera, tan lejos del pueblo. No se detiene. Alcanza con su mano izquierda la botella que lleva debajo del asiento. Una botella de champaña barata envuelta en una bolsa de papel. Bebe dos tragos de ella y la vuelve a poner en su sitio. Tiene una idea para un nuevo cuento que nunca escribirá.
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